7 de agosto de 2011
19:13pm Domingo. Sí, soy una romántica, y aquí puedo serlo.
«Hello máma» (así, con mucho énfasis en la primera a). Adoro este saludo mañanero. «Hello my brother. Hello my sister» (jelou mai brodaaa, jelou mai sistaaa. Ésa, es la pronunciación). Y sonrisas.
Me gusta levantarme por las mañanas. Cada día lo hago más temprano, me sorprendo a mí misma.
He ido a la escuela. Sola. Es domingo. EJ se toma el día libre (vamos que se lo toma, que dice que en domingo no se trabaja jajaja y tiene razón) y yo debería, pero tengo un obrero trabajando en el tejado y ya me pica el gusanillo cuando no estoy allí. Es ya mi territorio, mi dominio. Lo visualizo tal y como me gustaría que fuera y me gusta la idea de «poner ladrillos», de ir haciendo las pequeñas cosas que se convertirán en los sueños de un algún (muchos) día.
He podido disfrutar de conducir sola. Del viaje. Del sol en parte. De la lluvia en el resto. Y de la música. La conductora del programa en la emisora que escucho se lanza con: «if music was the food of life…» y me quedo pillada. Siempre he pensado que la música es el alimento del alma. Me encanta. Y hoy, al volante, con la carretera por delante, me vale cualquiera. Aunque esta vez tengo suerte, estoy en África y la que me ponen ambienta mi propia película, un día también soñada. Ha sido increíble. He hasta ligeramente bailado.
Me he reído. Quizás se deba al estado en el que me he levantado. Quizás a las ganas. Quizás a que como me dijeron ayer, («te veo en tu sitio, contigo misma») estoy en mi sitio. No sé si es mi sitio. Se me parece mucho. Lo que sí sé es que estoy conmigo misma y me gusta. Me gusto.
Una moto con el texto en la placa: «every day number». Apoyarme en el mostrador de la gasolinera mientras esperaba el cambio al pagar una tarjeta con crédito de 5 dólares para el teléfono y ver cómo se desplazaba hacia atrás (Oh Gosh, sorry sorry). Conducir por una nueva carretera y llegado el punto ver una señal «DO NOT PASS» sin saber muy bien si pasar, a quien iba a dirigida y pensar será que no se puede seguir por aquí, y a la vez observar coches yendo y viniendo. Estas cosas me han hecho hoy, sonreir. Sola. Feliz.
Me he acostumbrado a James, Dennis y Bryan. Trabajamos todo el día. Ellos en su empresa. Yo en la escuela. Y por la noche para cenar nos encontramos. Ellos se han acostumbrado a mi. «It´s like coming home». Y yo a ellos. Hemos acordado que en cuanto me mude a la escuela vendrán a buscarme un día a la semana para seguir haciendo lo mismo. Podré así continuar con mis paseos por la playa, ahora ya con Mark, cada día más lejos.
Hoy Andrews termina de arreglar el tejado. Done! Una cosa menos. Ahora a esperar a que los próximos vientos no lo levanten de nuevo. Con un poco de suerte esos mismos vientos nos traen ánimo, esfuerzo, good people (como dicen aquí) y dinerito para los pagos.
Compré galletas para los niños. Se me ocurrió que como era domingo hacer algo especial podría gustarles. Para mi sorpresa Satta hacía palomitas. Las metemos en pequeñas bolsitas. Una para cada niño y una para cada adulto. Es domingo para todos. Mayores y niños. Alberthe cocina con su niña a su espalda.
Hemos tomado medidas (me refiero a medir, metro en mano rodilla en suelo) para el pavimento que quiero poner alrededor de los edificios. El resto se quedará con arena y hierba para evitar que ésta sea arrastrada por las lluvias. Me gusta. Me siento en casa. Juego con los niños de nuevo. Esta vez dibujamos en la tierra, con un palo. No tenemos cuadernos. Y a las aulas no vamos. Iremos en septiembre y ahora son vacaciones. Tiempo para estar en la calle. Hasta ahora cada día que llegaba a la escuela los niños estaban sentados, juntos, callados. Ahora, cuando llego caminando, con mi mochila (todavía no me atrevo a meter el coche desde que me quedé enterrada) levantan sus manos y gritan: Hoooooooola!!!! Pronunciando mucho la o. Ya saben que hola es cuando llegas y adiós cuando te vas.
Esta vez Enmanuel me acompaña desde el poblado. Le invito a quedarse con nosotros. Guapo es poco. Es precioso. Tiene 16 años y la inocencia de esos 16 años sumada, uno tras otro. Apabullante. Le observo al mismo tiempo que le hablo. Me encanta. Me pregunta cosas: «which year was spain founded?. Who is the first president?. What does appropriate mean?. What is restricted?». Me conmueven sus ganas de aprender, de saber. Me duele que los niños que quieren, que sienten la necesidad de saber no obtengan respuesta (a mi de pequeña me pasaba) y me silencia el respecto por la ignorancia ávida de conocimiento, no de ambición. Sí señor. No se lo he dicho. Pero le daré un dólar cada día que le vea. De los míos, de mi salario. Con el objetivo de que los guarde sin contárselo a nadie y el día que quiera se marche al mundo de las oportunidades. Es mi plan para Enmanuel. Quizás al final se quede porque nuestra escuela le de esas oportunidades. Quien sabe. Quizás no sea suficiente para unos estudios. Pero le enseñará a ahorrar y a pensar en su futuro. Mañana no puedo. Iré a Monrovia. El martes se lo cuento. La única condición es que lo guarde y que nadie se entere. Será nuestro secreto.
En un momento en que todos jugábamos con una pelota rota, Melville se acercó a mi y me dijo: » I will pray for you». «Why?». «Because what you did for me». «What do you mean? Because i took you to the clinic?». «Yes». Oh sweety!! Abrazo grande y beso claro. No se separó de mí mientras estuve en la escuela. Me gratifican dos cosas: recibir el agradecimiento y observar que son afectivos. Pienso en Mario y la cantidad de veces que le he dejado cada mañana, corriendo, en el colegio. En las prisas antes de irse a dormir para leerle un cuento porque todavía tenía trabajo. En las prisas por cerrar un libro o acabar un juego. Y agradezco de nuevo parar. Son infinitas las ganas que siento de verle y abrazarle. Disfrutarle ahora sin necesidad de apurar. No va a ser fácil, ahora tendremos menos dinero, pero tendremos más tiempo. Tiempo que le debo y que quiero compartir a su lado.
De vuelta a Kendeja hago fotos. Me bajo del coche. Vuelvo a subir. Vuelvo a Firestone a observar una plantación de caucho que ahora sé es de 1 millón de árboles (la segunda más grande del mundo) y del tamaño aproximadamente de Luxemburgo. Me parece alucinante. Grande. Y alucinante.
Antes de entrar en Kendeja me encuentro con James. Va al aeropuerto a buscar a alguien que viene de Londres. Y Bryan que lleva a un ingeniero al hospital. Se ha caído de un helicóptero, sobre el brazo, y no puede mover la mano. «Hi Mister James!» «How are you today?». «You know what James? I am a romantic and I want to be» (después del debido bien y tú?). Hemos entablado una relación de padre amigo, hija amiga que me agrada. Él añora a sus hijas y yo siempre he añorado a mi padre. Ambos tenemos ganas de encontrarnos para contarnos, de nuevo, el día.
Aquí me permito lo que antes me costaba porque está mal visto: sentir, abrazar, querer, saludar efusivamente. Alegrarse y que se te note, con confianza!, cuando te encuentras con alguien a quien has visto ayer o a quien no ves en una semana.
Lo negro no es lento ni lo blanco rápido. Lo negro no ve la necesidad de correr y lo blanco no encuentra el sentido a parar, a ir más despacio.
Aquí puedo hacer mis dos cosas: amar (algo que me quema si no hago) e ir más lento (la asignatura pendiente). Y observo que amar es bien recibido y que ir más despacio lo necesito.
Gracias. Ahora me toca a mí ser agradecida.
Tengo un montón de videos de lo que os cuento hoy pero la conexión no me da tregua. Lo siento.
Hoy he conocido a un grupo de expats que viven en Monrovia. Ha sido genial. Me han invitado a unirme a su grupo, lo cual he agradecido enormemente. Los martes clases de salsa! No mola? Yo estaré mientras tanto in the bush, aunque algún día, uno suelto, caerá la salsa,…
Buenas noches. Mi día hoy ha sido conscientemente 10. Por fortuna.
¡Qué bien suenas, Sandra!
y tú que bien escuchas…mMaría!