Domingo 31 de julio de 2011
17:17pm. Tarde de domingo. No sé cómo decirlo porque una vez escrito me suena verdaderamente «fuerte», aunque aquí es así: «the whites are in the beach and the locals in the pool». Este es uno de los pocos sitios donde la gente viene los domingos a pasar la tarde.
Estoy leyendo la autobiografía de Nelson Mandela. Yo también tengo tarde libre.
Llegado el momento cuenta que cuando creó su propio despacho de abogados en Johannesburgo llegó a tener mucha clientela. Había contratado como secretaria a una mujer que carecía del más mínimo sentido de la separación por colores, lo que le ayudaba a conocer a una gran cantidad de gente. Personas de todo tipo, procedencias y lugares. Gracias a ello, esta mujer, tuvo la oportunidad de recomendar el despacho a muchos de aquellos que realmente necesitaban de una defensa frente a la opresión debida a su color, lo que ayudó a que el despacho alcanzara un volumen de trabajo verdaderamente intenso.
Aquí no hay separación por colores. Aquí nunca ha habido, como en Sudáfrica, separación por colores. Hoy son pocos los blancos residentes en el país. Hace años, no tantos, al hombre blanco ni se le ocurría pisar estas tierras. En este caso es una cuestión de hábitos, de costumbres. A los locales no les gusta el mar. Pero tenéis que verlos en la piscina. Hay flotadores de todos los colores. Los niños y algún mayor, se bañan con la ropa, con poca pero con la ropa. Camisetas, pantalones cortos. Costumbre o vergüenza, la piscina está llena. Es de azulejo negro. Las ropas, bañadores y flotadores de colores vivos destacan sobre los materiales y los cuerpos oscuros. Ojalá pudierais avistar el escenario. Procede una foto y al mismo tiempo no. Yo estoy de visita, pero para quedarme, y al fin y al cabo prefiero que estén de mi lado.
Por cierto, creo que ésta debe ser una de las 4 piscinas que debe haber en todo el país. Ahora estoy recordando la cantidad de cuadraditos azules que vemos cuando por ejemplo volamos sobre una ciudad europea por grande o pequeña que sea, y me parece increíble lo mucho que los otros tenemos.
A pesar de las recomendaciones esta mañana cogí la cámara y las llaves del coche y me eché a la calle. A la «lowway». Con la intención de captar algún momento de esos que tengo la oportunidad de ver a diario para enseñaros: una madre con su hijo pequeño a la espalda, chicas vestidas con ropas de colores muy llamativos,…casas de colores,…
Hoy además, domingo, es día de ir a la iglesia (church) y de cantar a grito pelado. Se pueden oír los cánticos por doquier, desde doquier. Y los vestidos y tocados salen a pasear por las mismas polvorientas calles que entre semana. Amarillos con rosa, dorados, verdes intensos, naranjas, fucsias, rojos con azules, …este debería ser el país del arco iris. Un arco iris que he visto ya dos veces desde que estoy aquí. La sola idea de captar algunas de esas imágenes me emocionaba. (Os dejo una foto tomada uno de los primeros días desde que llegué, después de llover, por la mañana temprano, lo véis?).
No saqué muchas fotos. Pero confirmé lo que ya sospechaba. Salir solo no es para tanto. Los locales te saludan con ganas y curiosidad a la vez. Si me hubiera bajado del coche no hubiera pasado nada. Poco más que que muchos se hubieran acercado, hubiéramos intercambiado algunas palabras y todos hubiéramos seguido nuestros caminos. Al fin y al cabo yo no tengo nada de lo que no pueda prescindir salvo la vida y ésta no me la van a quitar. Otros me hubiesen mirado con desdén aproximándose mucho o poco, y en ese caso redirigir la mirada y pies en polvorosa son las dos opciones siempre factibles, siempre recomendables y siempre exitosas.
Hice una foto que curiosamente me recordó a las Vegas. Estuve allí unos días en el verano de 2008. Javier y Claudia se casaban en el hotel Hilton Las Vegas al más puro estilo star trek. La ciudad me pareció decadente y rancia, vieja, desgastada, sucia, hortera y pomposa. La casa de la foto que hice hoy me evocó también decadencia. Liberia me parece decadente, pobre, usada, maltratada, derruida, olvidada a pesar de estar en las cabezas de muchos (esto os lo cuento otro día) … Y siendo para mi decadentes los dos escenarios, y aún siendo las razones de tal decadencia distintas, en un caso el vicio, en el otro la guerra, en el fondo ambas son originadas por los mismos males del ser humano, la ambición y la soberbia.
La foto os la cuelgo mañana. Hoy estoy sin tarjeta de la cámara. Aquí todos nos prestamos todo.
Ayer me tocó llevar a uno de los niños de la escuela a la clínica local. Llevaba 4 días con fiebre. Sobre lo esperado, tiene malaria. 3 shots (inyecciones) del medicamento contra el parásito le devolverán a normalidad en menos de una semana. Lo que parece grave para nosotros, para ellos es como para los nuestros una gripe acusada. Ayudar a un niño que me miraba con cara de súplica y humilde a la vez me hizo sentir bien, muy bien. Adentrarme en una clínica local donde el proceso es el mismo que en las nuestras (toman la fiebre, les miden, les pesan, hacen los análisis correspondientes) pero huele fuerte, está oscuro, pintado y despintado a la vez, desorganizado, sucio, …me produjo sudar, sudar frío, y acabé vomitando, pero fue sólo unas horas después recordando.
Buenas noches.
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