crisis económica, crisis social, experiencias, valores

Invencibles nos hará la consciencia, y luego la conciencia, la invididual

Lunes 23 de abril de 2012. Día del Libro. Sant Jordi!

Vigo, 12:04…incubando (más) deseos de irreprimible insurrección …

Irrevente (hacia lo establecido porque sí), indignada (por la falta de implicación ajena), impaciente (por la llegada del siempre cambio esperado), cansada y nada inmune a un infierno que lejos de aplacarse parece que se alarga, hoy, en el día más bonito de los imparables 365 del año, el Día del Libro, creo indispensable alzar una provocadora voz al viento.

Una voz que vuele surcando nubes de indómitas almas, revotando contra indecisas montañas, apoyando a insistentes lanzas, impulsando iniciativas que inflaman los deseos de libertad digna, favorenciendo los incesantes vientos que persiguen llevarse el inmerecido, inadmisible y tristemente aceptado estrangulamiento al que parece nos dirigimos inevitablemente.

En un día como hoy (igual que ayer y que mañana, aunque hoy bien nos valdría como excusa) creo indispensable invertir en introspección. «¿Mi libro y yo?» …Y en la intimidad de esta especial relación fomentar el intelectualismo que nos lleve a la ineludible reflexión sobre nuestro papel en la vida, en nuestras vidas, en el mundo, en nuestro mundo,  y por tanto en nuestra insistente bárbara (que cada cual interprete y elija de los dos, el significado que más se le ajuste) realidad.

Indagar en nuestras mentes y nuestras almas a fin de que no se nos indigeste ni enquiste el inexplicable conformismo al que parece nos hemos abandonado voluntariamente excusando las inaceptables actitudes de quienes «nos gobiernan».

Acaso necesitamos gobiernos si al fin y al cabo el conocimiento del bien nos conduce a realizarlo, sabiendo además que el mal se produce a causa de la ignorancia. Pues estudiemos. Estudiémosnos. Infatigablemente. De modo que la forja de nuestras vidas produzca instantáneos y perdurables brotes de irrefrenables deseos de mejorar.

Inexplicable es la calma. Ingenua, imperdonable e indefendible la falta de resistencia que como pueblo demostramos. Nuestra inercia indica nuestra dudosa calidad humana y nuestra «composición». No el miedo ni la desesperación. Y explica también la desarrollada inmunidad hacia el dolor ajeno.

Despertar se convierte pues, en puntual (ahora) e inexcusable obligación que nos indultaría como pueblo y como individuos. Pongamos en marcha el cultivo consciente de la conciencia individual que nos permita romper con la involución a la que se está viendo sometida nuestra vida (la de todos) debido al incomprensible miedo.

Triste pero real se ha impuesto el miedo. Y la única forma de avanzar irrefrenablemente es perder ese inexplicable canguelo. A fin de cuentas si vamos a perecer, que sea defendiendo la vida y no siendo conducidos intencionadamente hacia un inmerecido y angustioso tiempo.

Seamos incansables en la lucha por lo nuestro, por nuestra condición de seres humanos con derecho a la libertad y a un pañuelo con el que limpiarse el sudor de la frente y descansar hasta que el cuerpo, indulgente, nos permita volver a empezar. Estrangulados no serviremos para nada más que vagar por las tinieblas de un incómodo infierno.

Infrinjo mi doctrina cuando reconozco y siento (con el cuerpo) que me alza la boca también a mí el miedo. El mío fruto de identificar la peste que avanza nutriéndose de las mentes que se inhiben . Cada célula que me roba en su imparable avance es una día más que pierdo en mi insaciable lucha por el buscado e intencionado «progreso».

Todavía me quedan otras que echen a las contaminadas del ruedo. Y creo improbable una contaminación total que haga que se reproduzca en mí el inequilibrado movimiento del cuerpo enfermo.

Conceder a lo que está ocurriendo hoy, en el día del (nuestro) libro o nuestra vida, como quiera que queráis llamarlo, la importancia necesaria (y nunca suficiente en este caso) hará que juntos perdamos el miedo a «morir» por la verdad y por la dignidad humana. Hemos comprado un insultante concepto del estado de bienestar que nos conduce a la muerte cerebral y a la extenuación del cuerpo.

Yo cansada, honestamente, paso de obrar. Deseo madrugar aliviada, sabiendo que el rumbo que llevo es el marcado en la salida a pesar de la deriva y que las correciones las aplico o puedo aplicar yo.

Y no, yo no me creo las peleas de gigantes que se venden a los «más pequeños». No me las creo. Me las creeré cuando esas peleas defiendan mis derechos  o cuando menos, repercutan en mi bien estar real. Y si no, que no me cobren. Para soga me basta con la del pasado.

Feliz semana.

Comentarios

4 comentarios en “Invencibles nos hará la consciencia, y luego la conciencia, la invididual

  1. cómo escribes Alejandra¡¡¡¡¡. Déjate de marketing y dedícate a la escritura

    Publicado por Germán | 23/04/2012, 11:52
  2. En este capítulo del cuento que nos cuentan, ya no se trata solo de indignación, sino de lucha. Pequeñas luchas cotidianas de los pocos cuerdos que queden vivos en este mundo, aún no enajenados por esta parsimonia y aburrimiento sistémico, que horaden el hormigón que pone paredes al viento, a la lluvia, al sol… y rescaten de los túmulos a los jóvenes aún con ansias de libertad y justicia. Y entre todas estas pequeñas luchas aglutinaremos una gran revolución que liberte a los pueblos que nos acompañan, en estos tiempos que corren, de la melancólica y triste pereza de dejarse llevar por el tedio. Un grito en soledad es un acto de locura. Como la risa, si provoca más gritos es un acto de hermandad. Si multiplicamos esos gritos será una revolución.

    Publicado por luismilopezgarcia | 26/04/2012, 9:51

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