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Hoy ponme tú el título

Jueves, 16 de mayo de 2013.

Goma, 19:50. La misma hora que en España y en unos cuantos otros sitios.

El engranaje de la vida se ha puesto en marcha de nuevo. Bueno, nunca se para.

Así es la VIDA, una PODEROSA máquina, que aunque tú te resistas sigue y sigue. Y sigue, y sigue,… con o sin tornillos, con o sin aceite, con o sin sistema hidráulico, amortiguación, con o sin lo que tú alcances a pensar. Ella sigue. La vida sigue.

Como aquel que dice, y qué tienes que perder? Pues no tengo nada que perder porque ahí está …siempre la vida.

Y aunque en ocasiones juegue al escondite, en otras también se reaparece en alguna de sus versiones más placenteras para inyectarte, aunque sea por un instante, más ganas de pelearte con ella y contigo mismo, contigo misma.

Pareciendo uno sólo el camino, cuando la vida te da la espalda, o cuando a ti te parece que te la da, puedes hacer básicamente dos cosas: te escondes, te quejas, das marcha atrás, te cambias de vía, protestas, …es decir te resistes y la empujas cansadamente para que sea haga a tu medida, o la sigues, arrastrada, arrastrado por cualesquiera que sean sus corrientes para luego sin sorpresa sentirte mecido, mecida otra vez por ella.

La única queja aceptable? El tiempo. Cuánto? Ah! Es cuestión de tiempo. Pero siempre lo es. Como no siempre lo es de suerte.

Claro que también puede ocurrir lo primero y luego lo segundo. O lo segundo y luego lo primero. Lo que nunca debe ocurrir es que abandones debido al cansancio. Sigue, tú sigue, aunque sea llorando. Y descansa primero. Dicen que alivia la tristeza y el llanto. Tampoco pases por encima de cualquiera. Pero prueba a ponerte primero, como el ordinal, por un tiempo.

Y mientras tanto disfruta y si no sabes aprende. Porque sufrir tanto no lo mereces, ni sufrir lo mereces tanto.

Se han juntado las emociones y los sentimientos en los últimos días. Se han amontonado y confundido apurándose. Sin llegar a mezclarse, se han hecho un batiburrillo. Han ido adelante, se han quedado atrás para coger carrerilla y han avanzado tanto que se han pasado tres pueblos. Ahora ya sólo quiero que atrás se vuelvan a quedar, al menos haciendo la cola. La cola del pensamiento.

Y esperando su turno, aprientan las nuevas. Y se vuelven a mezclar todas porque no se respeta la inútil hilera. Y tambalean las cosas. Y vienen y van las dudas, que no son dudas, son tus verdades más ardientes. Aunque no siempre las del resto. Y en esa mezcla te toca vivir. Y aprender también a pensar.

A menos que te agarres a lo que quieras tú entender por vida y sigas un sólo camino, entonces, todo será tibio, claro y calmo.

Dicen que he venido a las puertas del infierno, a las que si quieres llegar seguro, entero y sin pagar mucho vienes por un camino verde y fértil, de cuento. No sé si son las puertas del infierno, no me ha dado tiempo a verlo. El polvo, el humo, acortan visión. El fantasma de la muerte eruptado por el guardián de los sueños aquí, el Nyiragongo, ni te encoge, exhala el presentimiento de una herida provocada por el tiempo, una herida que uno sabe que ya no se cura a menos que le rebasen las generaciones y a la que el mismo uno se acostumbra con tanta ayuda.

La ciudad parece muerta. Bulliciosamente muerta. Literalmente se la lamió la lengua de lava sin consolarla. Como cuando un gato se peina, con la suya el volcán peinó Goma, quedándose como aparentemente es ahora. Y en parte por apropiarse de la herida y en otra, porque no hay otra forma, se construyen las cosas con los restos de piedras de ese líquido rojo ardiente que una vez extendido solidificándose rápido te atrapa sin dejar tu huella, convirtiéndose luego en negro.

Me embarga la ilusión, el coraie, incluso la sorpresa, pero también el miedo. El miedo a perder lo que amo, no lo que tengo. Por tanto, no me embargas miedo. Te retiro igual que te escribo. Pues lo que se ama va siempre contigo aunque se haya ido.

Hace tiempo que no escribo en este espacio creado sólo para compartir. Perdida, encontrada, y vuelta a perder, porque así es la vida, vuelvo, y vuelvo, a menudo, y luego me retiro pensado que sin musa uno no puede compartir nada, salvo cuando la musa es la máquina de la vida.

Buenas noches y que durmáis bien. Yo me meto en la cama enseguida.

No subo fotos, no puedo, porque no tengo cámara y porque intencionadamente no la tengo. No se puede fotografiar el humano desastre de otros pero si se puede, con un poco de memoria, compartir los recuerdos y las memorias, si los demás las quieren. Espero. Deseo.

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